Este relato es algo viejo :b paso un rato para que me animara a publicarlo pero creo que después de editarlo un poco pude darle un sentido mas acorde a la idea que tenia, lo dejare por aquí y me alejare lentamente...
Recuerdo la oscuridad del cielo recorriendo la noche <<las
estrellas abrazándola>>, eran comunes de ver en el lugar de donde venia;
y alrededor de ellas —siempre había oscuridad—. Recuerdo a la enorme luna mirando
desde el cielo. Tan grande. Esa última vez que la vi, no lo era tanto como
ahora. Dos inmensos planetas me vigilan —observan mis movimientos— a través de
de la arena, viéndome caminar lento, tanto y tanto.
Abre despertado de un sueño en el que creí ser un hombre. Un
alma vacía en ese horizonte inalcanzable, inacabado para muchos; un sinsentido
absurdo que todos viven a diario. Desperté de ese sueño; de esa rutina que viví
como todos, ese común denominador, ese hoyo, ese fin absoluto de la historia en
que parecía que nada mas podría venir ya, dejado de lado como una absurda
conclusión y dejado de lado junto a la marea vacía de mi mente.
Desperté como de un sueño. En un mundo que no abre visto, un
mundo que no entendía.
No estaba desnudo ni descubierto, me cubría de mi vergüenza
tapándome con una tibia tela de una curiosa seda que me dejaba al aire; dejaba
al despecho todo mi cuerpo y podía ver por encima de ella. La luz de la luna me
iluminaba enseñándome mi desnudez, cálida y sincera. Mire al cielo y había
oscuridad rodeada de estrellas. Dos planetas me vigilaban observándome, uno de
ellos me mentía sin despecho, mostrándose como la luna, tan fría y hermosa ante
mis ojos, ambos como imponentes dioses. El mundo en el que estaba, el que aparentaba,
no juzgaba ni parecía ser, solamente era, dejándome tirado entre la arena
oscura, brillante, pero solo por la luz que el cielo mostraba, una sombra
gigante de algo que parecía más grande que yo me veía, lo primero que parecía ser.
Mis dedos posándose sobre la oscuridad de mis pies y en mi espalda que
reposaba, solamente arena fría, igual al viento que sentía, la tome y esta
resbalo por mis dedos, las llenas me rosaban como fuego al carbón y tiñéndome
de un oscuro tan profundo parecía que el vacio consumía mis manos.
Me levante apenas, era poco lo que entendía, pero estaba
ahí, sintiendo —viviendo más bien— siendo aun por mi propia voluntad un momento
consecuente; no, un momento no, más bien una consecuencia de mí mismo, en soledad
confusa; era solamente oscuridad. En
donde estaba lo único que veía era por la luz azul que la otra luna reflejaba,
estaba solo, no había nadie ni nada, apenas un enorme lugar, lleno de arena que
no era, solo oscura y frívola, alcanzaba a mirar el horizonte, y no era más que
negrura.
Espere entonces sin más que hacer, pensé que algo pasaría,
pensé que alguien llegaría y con un llamado me llevaría de la mano por el
horizonte a algún lugar más allá de mi entender, espere entonces —pero no había
nada que esperar— pero ahí estuve. No supe cuanto, el tiempo “era” entonces sin
“ser”, pasaba diferente ha como lo entendía, todo sucedida pero no lo hacía,
solamente me ocurría frente a mí.
Me levante
Harto de la idea, roto por mis esperanzas destrozadas y
abatidas. Camine, fui buscando el lugar que esa arena ocultaba para mi, y
camine con esa idea en mi cabeza rebotando una y otra vez, esforzándose
demasiado en no desaparecer. La arena en mis pies vacios me quemaba como
ninguna, pero no me importaba (incluso ahora); con el tiempo comencé a
disfrutarlo; con el tiempo. Más bien con mis pasos, todo fue tornándose
diferente.
Ahora entonces, que todo ha sucedido ¿es qué puedo contar de
mi absurda historia? esta mi monótona travesía, viajando sin sentido y propósito.
Pues ya no hay más que contar.
He hablado de mi llegada a los horizontes hartos de arena
oscura y de mis deseos de aventura, todo es amargo y duro, pero más allá, solo
encontré arena y sombras, monstruos personales y soledad abrumadora, me
encantaría poder describir lo que viví, mi mundo, ahora siendo esto, atrapado
en mi realidad luego de un largo sueño, me encantaría, sinceramente, poder describir
la belleza de este lugar, que con cada segundo me esfuerzo en ver, aun que solo
sea eso lo que encuentro, arena oscura y frívola, ardiente entre mis dedos,
aterradora, pero no soy quien contara la historia que viviré.
Aterrado a veces miro hacia al cielo buscando algo, pero tal
vez tan solo sea mi ansiedad por encontrar. Estoy desesperado en un mundo sin
cordura, sin razones de ser, y a pesar, dentro de todo; dentro de esta soledad
pareciera haber algo que me encanta de ella, a pesar de que es un monstruo para
mí.
Y entre esto, entre el ser y el dónde, lo que ahora sucede y
en donde me encuentro ahora, todo se ha convertido en mi hogar, pues goza mi
alma como ninguna, embriagada con veneno, veneno que carcome su sentir como
lepra para las emociones, igual de adictiva que la más sincera de las pasiones,
tan bella como la más hermosa de las mujeres. Aun viendo a esa negrura
aterradora, como una inmensa criatura se atreva a desafiarme, tan gigante, con enormes
tenazas y pequeños ojos, de piel porosa y dura como el acero, que me tome y me
destripe, que pueda saciar tan terrible sensación, que me destruye a pedazos y
termine con mi vida, si es que algún día que se atreve a rondar estos mares de
oscuridad y caiga en la misma desesperación que ahora yo sufro, envuelto en
muerte, no de la carne, sino de la mente. Pero esto nunca pasara, ni siquiera
soy algo que pueda imaginar un así, encerrado en mi propio infierno sin nada
más que solo caminar. Pero no importa que tanto ronde entre mis alucinaciones y
fantasías, jamás habrá ningún sentido, solo abandone una esperanza que me
torturaba mientras que mi alma creía soñar, seguramente, solo siendo una
posibilidad, puede que tal vez aun no haya despertado del sueño, tal vez aun sea
un hombre que quiso soñar en soledad, en un desierto negro sin nada de dolor ni
sufrir, pero estaba equivocado ¡pobre hombre el que soñó conmigo! olvido que
las ideas no crecen en las estrellas. Ahora soy capaz de verlo, entenderlo, ahora
tan solo soy una memoria, recuerdos de algo mas, navegante sin rumbo que no
para de andar en un desierto desafortunado. no importa ya. Ahora caigo en mis
piernas que —tan frágiles como yo— caen derrotadas por la agonía de existir.