Ah pasado un tiempo y eh narrado el principio de mi travesía atreves de mis salvajes pensamientos y por sobre todo nada como lo que ahora contare me ha asombrado de verdad. Eh vivido dolencias y eh estado inmerso en incontables peligros, ninguno digno de contar, mi sendero color miel es neutral y solo ah sido muestra de la actitud verdadera de la naturaleza del mundo contra el hombre. No sé si eh madurado pero eh vivido más en este tiempo que todo lo que en mi castillo lo hice, aun en mi inexperiencia vivo en soledad, avanzando sobre mi dolor inmundo, soportándolo por las meras ansias de vivir.
Y aun que esto sea mi camino no ah sido lo único que pueda contar en con mis palabras que ahora usare para narrar lo siguiente.
Hace poco encendí una fogata, eh tenido miedo de la oscuridad por la soledad que ella tiene. El fuego era cálido y suficiente, sentía sueño por él y quise dormir. Entrecerraba los ojos cuando en los arboles ruidos llamaron mi atención, no estaba seguro así que dude. Vi la luz que tenían y tuve miedo. Pensé en la muerte y lo que se de ella, en mi ignorancia bruta y en lo poco que asumía para mi mismo como verdad, era un señuelo de mi mente que dejaba al aire mis miedos, salían a pasear por los arboles y volvían a mi despreciando mi valor.
Tambalee un poco hasta levantarme con avidez. “Era un animal” creí, tal vez pensé en algo diferente a lo que conozco, o hasta en una criatura desconocida, imagine una y mil cosas pero todo antes de que ello se acercara a mí. Y cuando al fin lo hizo la luz de la fogata revelo a un hombre, anciano y delgado, era esqueleto en vuelto en cuero, andante por el bosque, llevaba trapos y harapos por ropa, se arrastraba sobre la tierra dejado ver su calva reluciente por la suciedad de su cabeza, sus pelos blancos tocaban el suelo, acariciándolo como un toque de la mano por la seda de un vestido, el apenas podía levantar su esquelética mano y con mas esfuerzo le siguió su rostro, su apariencia desgastada y envejecida me asustaba, no tenia dientes lo pude ver por su sonrisa al mendigarme un poco de comida, en sus ojos había compasión, tristeza y tal vez un poco de ira por el mismo, no pude evitar sentirme como él cuando me vio el alma con sus pupilas dilatadas, era suficiente para mí lo que vi, le lance una manzana que tenía, le golpeo en el brazo y el cayo, pero sonrió. Me sentí feliz por ese gesto. El hombre recogió la manzana y se movió con emoción hasta la fogata en donde el quedo mirando al fuego con la misma pasión y sonrisa de un niño.
Yo no pare de observarlo, estaba inmerso en la manzana y el fuego que tenía enfrente, devorando con esfuerzo de mil hombres. Y yo, le veía.
Sé que fue grosero, pero mi curiosidad era más grande que cualquier otra cosa que hubiera podido manejar. Vi las citarices en su cuerpo, eran profundas y enfermizas, no eran limpias, eran gigantescas y groseras, limpias en menor medida, pero de procedencia dudosa.
No pude evitar preguntar, el hombre no lo tomo a mal y me vio alegremente, pareciendo a que esperaba que yo mismo le preguntara. Yo le conteste la sonrisa y el comenzó a hablar.
<< “Aquel dia que el sol azotaba mi pueblo”. >>
Dijo narrando con esa misma avidez y una voz agria de escuchar, yo me acomode cerca de una piedra para oírlo mejor.
<<Aquel dia que los vientos golpeaban con intensidad, fue aquella fecha en la que todos temieron, por aquello que jamás vieron. Imposibilitados a caminar bajo el cielo sin evitar quedar cegados nos encontrábamos, el intenso sol quemaba la piel, aun atreves de las nubes de polvo, todos permanecían en sus casas sin remedio, esperando la muerte. >>
La lengua se le secaba, rápidamente me incline y busque la poca agua que tenia, la deje rodar hasta que el la tomo, agradecido de mi hospitalidad ante mi fogata el hombre continuo hablando, y no se detuvo.
<< “Aquel dia” un hombre bajó de la fría región, tenía las ropas rotas, sus labios estaban secos y sus ojos se salían de sus orificios, todos temieron de él, pues los vientos y el sol desaparecieron cuando ese hombre llego>>
Yo lo vi cuando con mi madre estaba, oculto en mi casa viendo todo a través de mi ventana, pude verlo llegar y vi la arena desaparecer, los vientos detenerse, las nubes apartarse, los gritos cesar, solo hubo silencio mientras el camino de los cielos a la tierra, luego dios nos abandono. Yo vi sus ropas sucias desbaratarse poco antes de dios desapareciera, y aun cuando creí que lo que veía eran mentiras de mi alma me di cuenta de que no fui en único en verlo, ni tampoco el primero. Mis ojos no se aparataron, algunos corrieron con él, otros observaron atrás de sus puertas, asustados. Yo no tambalee, pero tenía miedo. Salí con cuidado de mi casa creyendo que la niebla jamás volvería, pero muy dentro de mi sabia que lo haría, me acerque con cuidado a ese hombre, lo vi a la distancia, era aterrador ese sentimiento, me acerque tanto, pero tanto que podía ver su rostro deshecho por las arrugas cubriendo su cara, la tierra envolviendo su piel, sus ojeras demolidas como pimienta, sus pocos cabellos blancos saltando como entre el cráneo saliente de su carne podrida apenas sirviente y sus ojos, acabados por esas mismas ojeras, dilatados por el dolor que su ver exponía y oscuros como la noche que había llegado, llenos de ese negro opaco que jamás logre olvidar. Pude ver su mirada vuelta enzima mío, una mirada llena de locura y dolor, igual de aterradora que su apariencia misma. Yo me aparte un poco, la gente a mi alrededor comenzó a verme, devastado por esa atención me volví débil, hubiera corrido como un cobarde. Como el cobarde que siempre fui. Apenas si le reconocí con esa apariencia deshecha. Lloro al verme. Yo solo sentí miedo.
Yo estaba impactado cuando todos a mí alrededor miraban, no pude dudar, no pude sentir esas emociones reales, aun cuando mi padre después de tanto tiempo había regresado.
Tuve un dolor en mí, no me dejo en paz, ese creer que la niebla volvería.
Y le cargue entre mis brazos aun en dolor. Y la gente huyo, no voltee, creí oír gritos atrás de mi, mis dientes rechinaban forzándome a seguir, me contuve cuando entre, lo deje en la mesa y cerré la puerta.
Respire tanto que parecía que jamás había respirado en mi vida, mi madre apareció de la cocina eh impactada comenzó a llorar, yo lo miraba ahí sin creerlo, un cuerpo inerte en la estancia de mi casa, fingiendo muerte al paso consciente de mi vista. Pasó tan rápido que me volvió loco solo pensarlo. Mire su cara sucia y destrozada nuevamente y era él. No me explicaba “porque” cuando lo vi de nuevo. Era el mi padre, desmayado dormido tal vez. Me senté en una silla y espere mientras la arena consumía mi pueblo con dolor. Paso mucho tiempo dormido, por suerte suya sobrevivió, y cuando despertó el me miro de nuevo con esos ojos, con sus ojos de locura que antes me habían mirado mostrándome lo asustado que se encontraba; se lanzo hacia mi saltando tan sorpresivamente, yo no me retire, me abrazo con tanta fuerza entonces que incluso yo me sentí conmovido, y le devolví el abrazo, ambos estábamos tomándonos con fuerza, mi madre nos vio de lejos, sonriendo y con lagrimas en los ojos, yo no pude evitar llorar igual que ella lo hizo, tener a mi padre en brazos me conmovió.
Dejamos las cosas como estaban, pretendiendo que no había pasado nada, pero mi padre había perdido la cordura, a lo largo del dia evitaba hablar y moverse, igual que un vegetal se quedaba estático, recuerdo haberlo sacado de la mesa y sentarlo en un sillón pues le costaba mucho moverse. Todo el dia permanecía ahí, sentado y mirando a la ventana, y a veces cuando su corazón parecía latir mas fuerte repetía frases cortas y absurdas, muchas veces parecían que no tenían sentido, yo pensaba que se había vuelto loco <<malditos los pensamientos que de mi salieron, pues el sol jamás volvió en mi tierra y maldita fue desde entonces, pues yo no caí solo en desgracia, mi pueblo murió aquel dia que la luz desapareció, porque la fría región consumió todo lo nuestro y nos dejo sin nada por lo que vivir>>. Los días próximos a la vuelta de mi padre se volvieron tétricos. La niebla se detuvo y la gente comenzó a salir de todos lados, aun temiendo de lo que ocurriera, pero nada paso al principio.
En aquellos momentos y por primera vez en tanto tiempo la gente volvía a salir, pero alto fue el costo.
Todo el pueblo iba de un lado a otro y rumores anduvieron sin pies, yo los oí porque oculto me encontraba en aquel lugar, la gente rumoraba de ese dia que por primera vez los vi juntos, yo que lo vi todo de frente pude haber negado todo lo que ellos hablaban, pero con qué voz si es que ellos nos llamaban brujos y nos tiraban por sucios bichos, se que pudieron haber sido peor aquellas palabras. Sin embargo me sentí traicionado por aquellos a los que tal vez con sus acciones me tendieron una mano en el pasado. Seguramente era porque esperaba más de ellos, pero mi mentira era la verdad que vivía en aquel pueblo, me engañe con eso y en mi rabieta me encerré junto a mi madre, apenas saliendo, oculto entre todos, pero ello no hizo más que alimentar sus maldiciones y el odio que con el tiempo comencé a sentir de ellos. Yo llore por las mentiras que nos condenaron, ellos sin embargo temieron mas no ver la luz que siempre nos ilumino.
Ese odio se hizo gradualmente más inmenso, mientras que mi padre se hundía en esa palabra que constantemente repetía, había días en los que solo lo miraba a él y a esos ojos dementes que odia ver en su rostro, reflejando aquello a lo que temía, mostrándome un poco de la inmensa tragedia que vivió, pero que no podía dejar de mirar, pensaba esos días en los que él habría vivido en ese lugar, en lo que habría soportado y lo que lo había dejado en ese estado de vegetal. No hubo dia en que no gritara de desesperación bajo mi silencio, estaba encerrado con mi conciencia rota buscando la verdad de lo que fue y de lo que habría sido. Mi madre me vio yendo de un lado a otro sin poder estar en un solo lugar de la casa, abandonando mi paz en vasos rotos, a veces iba a la cocina para ver por la ventana alado de la mesa, a veces salía para espiar las malas lenguas que de nosotros no paraban de hablar, a veces intentaba curar las heridas de mi padre, con tantos intentos fallidos me frustraba y siempre golpeaba algo cerca mío, tal vez asuste a mi padre algunas veces o tal vez a mi madre, yo no lo veía cuando mi conciencia se hundía en pozos profundos, pero siempre me rompió verlo ahí, sentado con esa mirada que llamaba a la locura, igual que cada palabra que salía de su boca, “Esa mirada” repetía, “esa horrible mirada” continuaba enseguida y poco antes de llorar, yo no podía hacer nada, me sentía imposibilitado al no poder sacarlo de ese trance, me sentía como un simple observador de su desgracia, no lo soportaba. A veces él despertaba sin previo aviso e igual a un bebe golpeaba y saltaba, alardeando de esas horribles miradas.
La última noche que lo vi despertar así, yo mismo pude ver con horror como el se caía a pedazos, no solo su conciencia, su piel era lo poco que se quedaba adherida a los huesos, esos huecos que tenia por ojos cada vez se hundían mas y mas, sus venas parecían salirse de él saltando de sus brazos y piernas, su cabello cayéndose, y sus pies, jamás pudieron caminar el suelo frio que siempre pisaron firmemente, mi madre y yo lo vimos en esa silla postrado como un cadáver, repitiendo esas palabras secas —Esa mirada— decía cada que sus labios se movían, nos turbaba tanto que hubiera preferido no encontrarlo ese dia, que el sol jamás se hubiera ido, ni que las mentiras cayeran como avalanchas sobre nuestro hogar. Durante dos semanas pude verlo vivo junto a mí, luego de ese tiempo el murió. No fue una despedida dramática, comíamos lo poco que teníamos de pan en nuestra casa y un poco de vino que guardábamos, apenas si probo bocado, él cayo de la silla y ambos —mi madre y yo— supimos que había ocurrido, no nos demoramos en preparar las cosas, yo tenía una pala cerca de mi cama que había conseguido para esta ocasión, fue difícil pero supuse que lo valía. Pronto comencé a cavar una tumba atrás de mi casa, lo hice de noche pues no quería que nadie me observara hacerlo, temía de las malas lenguas y una tumba tras de mi casa no era algo bien visto por cualquiera de aquí cerca, supongo que en cualquier lugar hubiera sido igual.
Termine muy pronto la tumba y enterré a mi padre, mi fría cara me asustaba, era una horripilante escena para mi, por eso mantenía. —Me mantuve escéptico—. Pero en el fondo me aterraba lo que hacía, volví a mi casa, y enseguida vi a mi madre, ninguno de los dos dijo algo, mantuvimos distancias y luego nos alejamos mas, a pesar de que la casa era pequeña hacíamos lo posible para no hablar, creo que me aleje mucho de mi madre esos días, el recuerdo es distante para mi, ahora apenas si la recuerdo. En muchas ocasiones salí, oculto, usaba una larga manta oscura que cubría mi rostro, era igual a una capa. La gente no sospechaba en mi pequeño pueblo, cosa extraña en verdad, fueron menos de un par de semanas las que pase así, huyendo de mi casa y de mi madre, la deje sola durante esos difíciles días, no puedo evitar sentirme culpable por aquello que hice, fue desesperante, mientras me hundía y me llevaba a mi madre conmigo.
Aquellos días “que el sol se apago”, vi de cerca como el pueblo se volvía loco por la muerte que rondaba en las calles, iba sin rumbo, tomando todo lo que deseaba y sin pagar por ello, la gente desesperada no dejaba de llamarnos brujos, no se percataron de la ausencia de mi padre, el origen de aquel mal que trajo la ruina, pero los llantos siguieron sin pies ni cabeza, andando con lujuria y gula, señalando y apuntando sin cansancio. Yo seguía distante esos días, y ese dia en que el niño bajo de la fría región todo se volvió realmente oscuro.
Le vi llegar desde mi ventana y bajo desde la montaña, el no tenia manos, tomadas y remplazadas por palos que atravesaban sus brazos ensangrentados, atados con los trapos rotos de una camisa, el pueblo le observaba avanzar por la tierra hasta caer. Aun cuando el niño no parecía tener más de ocho años ellos observaron sin hacer decir ni hacer nada.
Cayó enfrente de mi casa, tirado, inerte y sin vida, yo lo vi con tristeza, pero no pude moverme, la oscuridad de la noche eterna me volvió frágil esos días, solo observaba como todos. Y sin que me diera cuenta mi madre salió, corrió a la puerta y desesperada fue a donde estaba él. Horribles imágenes se volvieron una escena real ante mis ojos. Pude sentir las miradas cuando el niño se movió en manos de mi madre, todos nos veían y nos hacían en fuego ardiente de hoguera, escuchaba sus voces en mi cabeza, gritándonos — ¡Brujos! ¡Brujos! —. Mi madre cargo al niño en sus brazos y lo llevo hasta la puerta de nuestra casa, la cual el viento había cerrado por una ventana abierta. Yo la abrí, asustado me encontraba, la vi con el niño en brazos y susurrando me dijo —Esta muerto— su rostro tenia compasión y ternura, contrastaba con eso que en brazos cargaba, me aterro la idea de también perder a mi madre en la locura, la detuve en seco, su sonrisa desbarataba polvo en el aire, había emoción en ella y a la vez era la misma mirada que antes había visto en mi padre, hice que tirara el cuerpo como un reflejo inconsciente, la golpee con un fuerte manotazo y dejo caer a ese niño en nuestro suelo santo, su rostro estaba pálido, reflejaba dolor. Ambos nos miramos antes de que ella saliera de la casa llorando por el pequeño con el cuello torcido, baje la mirada y vi sus manos, las ramas no habían caído. Tan solo era un niño, de tez blanca, ropa desgastada y ojos cristalinos, de verdad parecía muerto, lo levante y lo lleve al jardín. Use la pala y le enterré alado de mi padre, no podía dejar de ver el cielo cada vez que usaba la pala para sacar otro gramo de tierra, el cielo era oscuro pero parecía brillante con todas esas estrellas, vi ambas tumbas enfrente mío, ambas con cruces de madera, había olvidado su significado. Vi las tumbas por mucho tiempo, esperando, recargado en la pala, era soledad la que oía, era lo que sentía alrededor mío, me asustaba el sentimiento, tal vez esperaba algo, un remate, un final, algo que me dijera que esto se había acabado, pero el resto de la semana estuve solo, espere ese final sin que llegara, ese fin que me viera y me dijera que todo estaría bien, soñé despierto fingiendo felicidad para salvar mi propia cordura, mi casa se volvió mi cárcel y mi vida mi tumba.
Espere tanto tiempo que me canse, mi madre no volvió, fue terrible mi angustia, a veces despertaba a mitad de mi sueño e iba a la puerta, creía que vería a mi madre esperando afuera, o por lo menos su cadáver, solo quería volver a verla una última vez, pero desee en vano.
Todos los días que despertaba veía mi capa colgada en la pared, esperando a ser llevada por mis hombros, pero mi mente se llenaba de preguntas, y al volverla a mirar desertaba nuevamente, mis manos muchas veces se llenaron de migajas y de polvo, esos días el pan escaseo en mi hogar y mis preocupaciones no pararon de crecer desde entonces, siempre mirando la capa colgada en mi pared, mi mundo se redujo en dormir y desertar de salir, de comer panes podridos y migajas sueltas, me volví sumiso ante todo placer y mi mano fue mi mejor compañera aquellos días y siempre al terminar pensaba en mi madre. El peligro que significaba y el dolor que estaría pasando —la noche eterna helaba el invierno, y el sol habría vuelto a pesar de todo, decían los más ancianos, mi madre no sobrevivirá antes de eso— me repetía siempre, pero que eran mis supersticiones más que eso, simples dolores de una mente dañada, para la quinta noche falsa tras la llegada del niño yo no dormí, por primera vez en semanas no pude dormir, el recuerdo de ella, la mirada de mi madre y el morir de ese niño por fin pudieron conmigo, no pude cerrar los ojos esa falsa noche, mi cuerpo yacía inerte en el duro suelo, cubierto con trapos, me sentía protegido por ellos, pero no eran suficientes, quería mas. Quise levantarme pero mi cuerpo estaba muerto, mis brazos no respondían ni tampoco lo hacían mis piernas, yo estaba ahí, pero mi mente era distante, era vacio inmenso, cubierto de una capa de nada. Mi cuerpo estaba recostado pero mi mente no, pude ver la noche eterna transcurrir no se cuanto tiempo, era tanta oscuridad y pesadez en mis ojos, llenos de pereza y moviéndose con desesperación, no podía levantarme, lo intente no se por cuanto, no pude aceptarlo y no lo deje de intentar durante esas horas, sentí miedo que comía mi esencia, revelaba mis sentimientos a mí mismo y temblaba, pero no pasaba nada, ¿cuando fue que vi esa silueta moverse? —Esos ojos demoniacos— observándome el alma, aquello no dejaba de hacerlo, la mirada de mi padre no se comparaba con el horror que mi vista pudo contemplar, “Aquello que la fría región me mostro” era lo mismo que había visto mi padre, esa frívola mirada, llena de sangre y vacía de culpa. “Aquel momento en que mi mirada se cruzo” fue que me olvide de mi madre, de mi padre y de ese niño, aun que una idea no dejo mi mente, —Quiero vivir—. Mi determinación fue débil y me paralice en el suelo, seguí recostado y no me levante, quede ahí viendo esa mirada por horas, enloqueciendo con cada minuto que esos ojos me miraron, ese vacío que sentí, igual a la nada que me veía a los ojos, esa oscura sensación de no poder hacer me domino, me veía a mi mismo en la existencia que habitaba siendo devorado por ella, y creo que fue solo un momento, un ligero momento en el que acepte mi muerte, luego de eso no recuerdo que paso con esa mirada, esa primera vez que la vi, tal vez fue una pesadilla que me perturbo la mente, una imagen que me mostro mis miedos turbados, mares calientes, inmensos y ardientes, me apremiaron la mente, una aguja que no pude sacarme, esa mirada fue eso mismo, la muerte de mi cordura que vería decaer.
No desperté esa noche, solo abrí los ojos y como una pesadilla mi verdad congenio con mi moribundo dolor, mire a mi ventana, y oí los gritos de mi madre, era una ilusión de mi cabeza, ahí afuera no había nadie. Y así fueron los siguientes días, las migajas de pan supieron más dulces y las sobras podridas fueron manjares, siempre escuchando esos gritos en mi cabeza, la voz de mi madre aullando igual que un lobo lo haría a la luna, igual al sonar de los grillos, siempre constante, sin pausas que me dejaran descansar, un majestuoso grito que aprecie pronto como la música que endulzaba mis oídos.
Días constantes de una sociedad muerta se volvieron natural, siempre viendo por mi ventana, la gente vivía del caos que proclamaban vida, sobrevivían de esas prácticas inmundas que por mucho les hicieron cada vez mas fríos, los amigos se traicionaban por la espalda y las familias se abandonaban, las niñas eran robadas y los hombres asesinados en sus propias casas, nosotros los culpables de sus males ya no estábamos, por mucho tiempo que viví solo, pareció que la casa se había abandonado y esto me hacía sentir feliz, porque las malas lenguas se detuvieron, pero el costo jamás fue menor, nunca lo fue y no lo será. El pueblo comenzó a fallecer en sus males, y yo vi como esto sucedió tras de mi ventana, yo reía con brusquedad, no pude evitar sentirme feliz, por aquellos a quienes me había hecho el mal, por quienes murieron primero, ellos los que murieron por un ladronzuelo, por algún demente o alocado hombre, o por sus propias esposas hartas de una vida de violencia, un final para todos ellos que sin gracia termino con sus vidas, yo vi la mayoría de muertes en esos días de constante caos, observe todo eso que a cualquier hombre habrían vuelto loco, la sangre y la matanza, el dolor que rompía en fuego desgraciado y con una pala enorme me alistaba para lo que venía, yo en cambio estaba inmerso en mi propia felicidad, la negué muchas veces en mi cabeza, pero la sentía, no era una mentira lo que mi corazón sentía, disfrute ver como a esos perros del pueblo los asesinaban uno por uno y de ser por mi disfrutaría sus muertes de nuevo, una y otra vez sin cansancio, porque no importa cuánto pase, se lo que sentí.
Fueron tiempos oscuros para todos, pero había paz en lo que tenia, en eso que aun me quedaba, las cosas que a lo lejos estaban de mi vista eran diferentes casi siempre, cambiando y disfrazándose en frente mío, de los recuerdos mundanos que apenas si creía que eran mi pasado, el caos del pueblo fue mi amigo durante esos días de alarmantes alaridos y retorcidos hombres asesinando y matando, asesinando y matando, asesinando y matando, rompiendo mi fe de lo poco que sentía aun, cuando entre esos gritos el caos me traiciono, me abandono en mi soledad, vi a mi madre, los aullidos dejaron de ser música y horribles imágenes se volvieron una realidad, entre los escombros de las casas de madera frágil y entre la muchedumbre escuche los gritos, eso gritos. Una luz ilumino mi rostro y desde mi puerta vi a mi madre atada a un gran tronco, gritando desesperanzadoras palabras y todos alrededor de ella abucheaban y rodeada de maderas viejas y secas y su rostro, mi madre no tenía miedo, solo odio. Gritaba tanto que no paraba, no entendía, pero la paz de su rostro me que decía algo, y sabía que estaría bien, todos alrededor seguían alardeando cosas que no entendía, mire felizmente a mi madre, gritaba y era hermosa. Apenas vi cuando un hombre se le acerco con la antorcha en las mano, quise evitarlo y corrí, grite maldiciones también como ellos pero no salí. Lo vi a él acerarse con una antorcha y quemar con el fuego la madera que estaba a los pies de mi madre, el fuego creció inmenso, la gente gritaba cosas que no entendía, solo eran gritos y ruidos que me perturbaba oír, yo también gritaba sobre el fuego que vi arder, recuerdo lo que sentí y como la rabia me domino, fuego que le purifico como las leyendas contaron alguna vez, ardiente que brillaba como el sol, incandescente y abrazador, veía y no entendía por qué mi madre también gritaba, ojala no hubiera sido tan inocente, todos los hombres gritaban a su alrededor, el jubilo festejaba con sonrisas malditas que dibujaba en sus rostros ardor creciente de una llama que se negaban a apagar. Corrí y salí por mi puerta alardeando, tenía la pala en mis manos, la misma que use para enterrar a mi padre, ahora la usaba para defender a mi madre, ironía pura, no creí que fuera así como terminara, creí que habría mas después de eso pero corrí, con la muerte mis manos asesine sin compasión solamente para salvar a quien creí que podría salvar, es absurdo pensarlo, pero creo que era inevitable, el fuego estaba ahí, tan grande e imponente como un dios, y como uno el tampoco tuvo compasión. Mi madre murió incendiada ese dia y yo mismo sostuve su cadáver en mis manos, calcinado por completo tal cual carbón, llore sin remedio y solo hui, deje tirado el cuerpo de esa bella mujer mientras el fuego empezó a consumirlo todo, todo el pueblo ardió, pero esta vez no hubo jubilo, solo horror por lo que fue y lo que seguirá siento , hubo muertes por montón y nadie huyo, prefirieron morir ahí desolados, lo vi desde las montañas, los vi caer a todos y en el fuego pude ver también esa mirada, esa terrible mirada que volvió loco a mi padre. También me miro a mí, esos ojos rojos que penetraron en mi alma estaban en medio la llamas abrazadoras, mirando todo con orgullo, la figura gigantesca que me miro aun puedo verla cuando duermo, mirándome apenas con una pisca de su rencor, entendí en ese momento porque mi padre se volvió loco, yo no lo soporte, solo hui y ese monstruo jamás me atrapo, tan solo fue una ilusión mas, algo que termino con mi vida, algo que no hubiera podido detener, jamás, solo en mi lecho me arrepiento de mi ignorancia pero solo soy un hombre mas, ¿que habría hecho si el monstruo de allá hubiera acabado conmigo? no lo sé, yo solo imagino.>>
Ese hombre se detuvo por bastante, miro al fuego todo el
tiempo que pudo y paso así tanto tiempo, mirando mi hoguera, quien sabe que cosas habrá
visto entonces, sentado en el suelo observo la llama que tenía enfrente, luego
de eso el cayo inerte en el suelo, no supe porque, pero sabía que habría
muerto, paso la noche mientras le enterré, como hizo con su padre y con aquel
joven niño y mientras lo hacía no dejaba de pensar en su historia, un hombre
que tal vez habría sufrido más que lo que yo me hubiera pensado, dolores
inimaginables de locura y horror, no lo sé, el sufrimiento es cosa un tanto compleja,
que cuando le veo su tumba solo puedo pensar en que dios nos ha abandonado, o
tal vez no, tal vez dios ya ha muerto.
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